El escrache argentino y las voces silenciadas de la post-dictadura

La dictadura cívico-militar Argentina de 1976 a 1983 dejó una huella dolorosa y traumática en la sociedad argentina en la cual el Estado prolongó las violaciones de derechos humanos sistemáticamente con el fin de exterminar a toda oposición política. Los sospechosos de simpatizar con la izquierda eran secuestrados, torturados, detenidos y finalmente clandestinamente ejecutados.

Durante la postdictadura, los primeros gobiernos democráticos sostuvieron la impunidad a nivel institucional sobre los crímenes de lesa humanidad a través de decretos y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Dado a la ralentización de la llegada de la justicia a nivel institucional, a finales de los noventa organizaciones de derechos humanos como Madres de Plaza de Mayo e H.I.J.O.S recurrieron al arte para manifestarse en las calles. 

Para luchar por la memoria colectiva, verdad y la justicia, H.I.J.O.S empleó el escrache: una acción de protesta no violenta y de condena social activa en la vía pública entre 1997 y 2001. El escrache es una forma de manifestación que se ha usado como estrategia creativa con el objetivo de expresar descontento hacía el status-quo, la cual se ha extendido a otros países latinoamericanos y España desde principios de siglo.

LA CONDENA SOCIAL ESCRACHADA

Las “señales viales” son uno de los íconos más reconocidos en el escrache argentino a la vez que uno de los primeros en realizarse, aunque todavía hoy están vigentes. Este artículo se centra en esta gráfica de escrache para explicar cómo, en un contexto de total impunidad, el arte puede entenderse como un mecanismo extraoficial para castigar a los culpables de graves violaciones de derechos humanos.

Esta forma de escrache se crea cambiando señales de tráfico por otras que revelen información sobre los responsables de los abusos y desapariciones durante la dictadura. Además, las señales viales del escrache están diseñadas para ser estéticamente parecidas a las señales de tráfico. Esta figura fue desarrollada por el grupo activista Grupo de Arte Callejero (GAC).

La agrupación H.I.J.O.S usó las señales viales para escrachar y exponer públicamente a los genocidas que vivían en el anonimato bajo la consigna “si no hay justicia, hagamos que el país sea su cárcel”. De esta manera, las señales viales no sólo denuncian a los militares y cómplices de la represión, sino también al gobierno democrático como continuador de las políticas de la dictadura.

GAC utiliza materiales como madera, esmalte sintético, impresos con serigrafía o esténcil para replicar los mismos colores e íconos de las señales de tránsito y juegan con sus distintas posibilidades estéticas. 

GAC ubica las señales en los espacios físicos urbanos que tuvieron un rol durante el terrorismo de Estado, como los Centros Clandestinos de Detención (CCD) “Olimpo” y “Pozo de Banfield”, donde se realizaron prácticas de maternidad clandestina. Pero también las ubica en los domicilios de los genocidas, como Jorge Héctor Vidal y Norberto Atilio Bianco, dos de los médicos involucrados en los crímenes de desaparición forzada de personas y en la repartición de hijos robados.

ARTE Y POLÍTICA

Sin lugar a duda, el tema de las señales viales es político, ya que denuncia la represión y la impunidad. Pero el valor político de las señales no se reduce a su temática o compromiso social, sino al proceso artístico. Así, mi hipótesis en este artículo es que la señalética, como práctica artístico-política, logró crear un consenso favorable al enjuiciamiento de los genocidas en la esfera cultural y social. 

Mi interpretación parte del enfoque del filósofo y teórico crítico francés Jacques Rancière sobre arte y política. Rancière entiende que la política aparece en la cultura y el arte cuando aquellos sujetos silenciados e invisibilizados a nivel estatal interrumpen el orden social dominante y abren nuevas posibilidades desde la igualdad

En la Argentina de la postdictadura, estos sujetos son los integrantes de grupos activistas, los familiares de los desaparecidos y otras víctimas de la violencia estatal. Sus voces fueron excluidas del discurso institucional presuntamente democrático. 

El hecho de que las señales viales sean una acción pública y urbana consigue dar una amplia visibilidad a su verdad sobre la dictadura, multiplicando el boicot al orden social policial a favor del olvido. Las señales actúan como una herramienta política que revelan las casas y barrios donde vivían aquellos que estuvieron involucrados con delitos de lesa humanidad. Así, sale a la luz, ante toda la sociedad argentina e internacional, la versión sangrienta sobre la dictadura.

Además, dado que GAC es un colectivo donde predominan las mujeres y que se identifica con el género femenino (“las integrantes”), se puede asumir que se opone a la figura de la mujer reducida al ámbito privado o como una figura sumisa, virginal y débil. Ya que durante la dictadura el hombre militar heterosexual era el que dominaba el orden social, la señalética transforma esta coyuntura incorporando la perspectiva de género al introducir a la mujer como agente de cambio.

Finalmente, el carácter participativo de las acciones de GAC en la que los militantes de H.I.J.O.S y los transeúntes socializan conlleva la transformación creativa de la vida urbana. Esto quiere decir que los participantes de la acción viven el arte y el espacio público de un modo diferente al que dicta el orden policial. La invasión del espacio público re-politiza la calle como espacio de memoria, pero también implica el freno y la detención de los transeúntes y automovilistas. 

En pocas palabras, la señalética redefine el espacio y el tiempo normal en el que se inscriben y obstaculiza la cotidianidad dominada por la impunidad y el silencio institucional. También implica que la mujer pasa de ser un sujeto desvalorizado a representar a la sociedad civil. 

Como he mencionado previamente, la “politicidad” del arte se encuentra en el desarrollo artístico. Las señales viales son un ejemplo de acción colectiva que difumina la distinción tradicional entre los roles del artista/obra/espectador y genera un nuevo modo de vida solidario en el que lo importante son las relaciones humanas.

Esta forma de escrache se puede entender como una alternativa de hacer política y justicia “desde abajo”, así como de democracia directa, porque dignifica, visibiliza, y da la palabra a los sectores de la sociedad argentina que eran ignorados por el Gobierno. Las señales, en vez de informar y prevenir sobre factores geográficos de la carretera, hacen visible lo “invisible”.

In 2020, Alicia graduated with BA in International Studies (Latin America) at Leiden University. She is interested in socially engaged practices, cultural diversity and intersectionality and has experience working in communications at Freemuse.

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